Lo mejor de lo mejor

22.11.14

Volvemos a la carga en nuestra sección más aleccionadora. Esta es la segunda selección de favoritos realizada entre los libros  que hay ahora mismo en la tienda, después de que una imparable marea necesitada de adoctrinamiento acabase con la primera. Ignorantes. Es evidente que esta selección es mucho mejor, aunque sólo sea por el hecho de que ésta la hago yo. Discúteme los libros uno a uno o claudica.

Al lío. Estos son los libros:

Rebeldes de S.E.Hinton, es también una película de Coppola (hay que decirlo todo rápido, que si no el post se te llena de listillos). Pero antes de eso (si puede decirse que los libros existan antes de sus versiones en peli) era una novela de culto. ¿Culto? A ver: un amigo mío que es por duplicado arquitecto y argentino así lo afirma. Esto debería ser suficiente para calmar al más empecinado. ¿Pero quieres más? Enumero: la escribió siendo una cría menor de edad (S.E. son iniciales femeninas); en el 67, pleno summer of pasotes, pero va de delincuentes juveniles un tanto rockers; fue un éxito boca-oreja e inmediatamente salieron toneladas de críticos listillos -mayores de cuarenta- que dijeron que no era para tanto y la catalogaron para público juvenil. Resultado: de culto. Y luego encima viene Coppola entre apocalypse now y cotton club. Dicen que Rumble fish, de la misma autora, es mejor película, pero desengáñate: es peor novela. En esta se puede observar un poco voyeuristicamente a Ponyboy Curtis buscando, como un Jim Carroll cualquiera, algo puro por ahí. Y le cuesta.

 

seleccion

 

La tregua, de Mario Benedetti, no es el mejor libro de Benedetti, pero casi. Esto no es un dato inútil (había pensado decir baladí, deu meu, me estoy perdiendo!!) porque hay gente que puede hacer grandes libros y luego grandes pestiños. No diré que éste sea el caso (es difícil no tenerle respeto a M.B., muy muy difícil) pero dejaré que decidas tú si, después de leer esto o Con y sin nostalgia te adentras en alguno que yo me sé . Un diario íntimo nada exhibicionista y escrito con la tensión de una cuerda de violín.

Sandokan de Emilio Salgari, es una novela de aventuras de las de antes. No amar a Verne, a Dumas o a Salgari es un punto gordo a favor de la teoría de que la gente no lee para disfrutar sino para culturizarse (perdón, no suelo decir palabrotas). Evidentemente, no conviene pasarse en la dosis de Salgari (es como con las chuches o el punk) pero en su justa medida es impagable. César Vidal recopiló los mil libros (o así) que había que leerse para ser un tipo culto y leído y tal y tal y no había ninguno de Salgari. Quizá encuentres en ello, curioso lector, otro motivo para leértelo. Sandokan tiene mucho pelo y Yáñez es muy listo, pero siempre se salvan de casualidad.

La colmena de Camilo José Cela tiene el inconveniente obvio, pobrecito mío. Cela era un tipo humilde. No. Majísimo. No. Caía bien hasta a las persianas. Niet. Nunca escribió nada decente. No, no, no y de este último aspecto es del que conviene hablar aquí, porque ¿realmente te importa algo si descubres que Shakespeare era un antipático o Galdós se tiraba pedos? Es lo malo de los contemporáneos y lo bueno cuando ya no lo son. Este librito de infinitos personajes nunca tuvo la culpa de nada. E impresiona. Quizá es el momento de darle una oportunidad.

Nuestro hombre en la Habana, de Graham Greene, es un libro con muy mala baba. Hay que ser inglés para escribirlo. Claro que ellos no tienen la culpa.  Bueno, no nos extendamos por esos derroteros. Cuando a Graham Greene le cayó encima el epíteto de Best seller, debajo de la pasta quedó oculto un escritorazo. En éste, quizá el más divertido de sus libros (al menos de los que yo he leído), asistimos a la forja de un espía mezclando tres cuartos de estulticia, dos unidades de electrodomésticos y cuarto y mitad de tecnología punta de cuando todo se arreglaba con un destornillador. Si crees que en este mundo no hay nadie demasiado listo y mucho de lo otro, éste es tu libro.

La torre herida por el rayo, de Fernando Arrabal, vale tanto para aficionarte a leer libros raros (en éste, cada capítulo es un movimiento de una partida) como para dejar el ajedrez para siempre, pero el motivo fundamental de recomendar este libro no es que lo disfrutes, que también, sino reparar una injusticia. Desconocer a Arrabal, o recordarle sólo por una curda monumental en la tele, da muchísima pena. Pocos escritores quedan sobre los que sea tan divertido discutir, llegando eventualmente a las manos.  La torre etc. es una novela de ajedrez donde dos grandes maestros internacionales se dan de leches alegórica, fonética y bíblicamente para demostrar o refutar que ni Lenin era Stalin ni se le había pasado nunca por la cabeza serlo. La guerra fría es lo que tenía. ¿Tema un poco pasado de moda? Bueno, si nos ponemos faltones ya no vale.

Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, ha tenido lo que se merecía. Tú eres un cura con mal salitre, odias a la humanidad, odias a los niños, odias a tu madre, lo odias todo y a todos. Para pasar el rato (odiar a tiempo completo es aburrido) te metes a escritor satírico. Vas a escribir de la verdad, de lo que es el hombre, sin afeites y sin decoro. Lo haces. Y luego, menos mal que te mueres, porque enterarte de que tu»inferno» personal es recomendado a críos de colegio hubiera sido demasiada represalia. No, ahora en serio: ¿cómo puede alguien en su sano juicio recomendar los viajes de Gulliver a un niño? Sólo se me ocurre una solución al enigma: si no se lo ha leído. Supongo que ése es el caso: uno mira la portada o lee la contra, ve que esto va de gigantes y enanos, inmediatamente la neurona de servicio une gigante con Las habichuelas mágicas y enano con Blancanieves y ale, para críos. Hace dos siglos le debió pasar eso a media docena de dogmáticos y ¡zas! sambenito bendecido para el pobre libro (y para el pobre niño). Pero seamos serios: darle a leer Gulliver a un crío es peor que obligarle a que se aprenda las poesías de Gariclaso y Góngora de memoria. Ahora bien, si ya eres un adulto, es otra cosa. Lee a Garcilaso. Y lee este libro, de él sólo hay una cosa prácticamente segura: a pesar de lo que creas, no lo conoces.

Cien años de soledad, de García Márquez, tienen un título lamentable. Si, ya sé, ya sé que no se puede uno meter con las deidades, sean éstas de alta gama o demiurgos, pero es lo que hay. El título es funesto. Suena a ladrillo, a libro que te va a hacer sudar tinta china, a aburrimiento escrito con hache. Y sin embargo esconde detrás un libro muy disfrutable, que se te hace corto mientras vive la madre y largo sólo cuando ya no dura más y nos ponemos con paridas como mentar a Rocamadour. Pero eso es ya al final del final, no preocuparse. Dicen que GGM tenía miedo de matar a la madre, porque pensaba que entonces la novela se le iba al garete. Así que la hizo durar. Apartando un poco toda esta tecniquería, ahí se ve a los buenos escritores: tenía razón.

¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy, tiene otro título lamentable (al final nos las vemos con el género más de moda: el título). En este caso porque no se entiende. ¿O tú lo pillas? Yo no. Eso puede ser bueno o malo, por ejemplo a Salinger le salió bastante bien, pero es que él lo hacía aposta para que no lo entendieras, y el pobre Horace lo hace con toda su buena voluntad. Quizá por eso, cuando Sydney Pollack hizo su peliculita, los perspicaces traductores españoles la llamaron Danzad, danzas, malditos. Ni una sola palabra coincidía con el título original, un record. Aparte de todo eso, es una novela muy leíble y tremendamente dura, de esas que te hacen sentir bien cuando las terminas, como si salieras de un sueño. Dicen que esto es una novela negra. Sí, y las uvas de la ira género epistolar.

Y para cerrar la decena, Pigmalión, de George Bernanrd Shaw. Con GBS uno se ríe casi siempre, pero lo malo es que al final te das cuenta de que te estás riendo de ti mismo. Por suerte esto no pasa en esta obrita, sobre la superstición de la cultura, el elitismo intelectual y la manía que tienen los demás de intentar modelar a sus amigos, hijos o parejas en función de sus propios deseos. Dolería sentirse identificado, menos mal que en mi barrio reina la libertad y la gimnasia intelectual sana. Por cierto, otro libro con peli, esta vez un musical con un Rex Harrison impagable: the rain in Spain stays mainly in the…