Edgar Wallace es más interesante que Walter Scott, pero Edgar Wallace no es más interesante que Shakespeare. Hay un Edgar Wallace en Shakespeare.
Fernando Pessoa (Cita para tirarse el pisto)
¿Edgar Wallace? ¿Quién narices es Edgar Wallace? preguntará el curioso y desprevenido lector (si no es otro friqui). Seguro que uno de estos días, algún escritor que el futuro recordará con arrobo (imposible imaginarse quién) sacará a colación a Dan Brown o al de Millenium para ensalzar a Tolstoi y denostar a otro que ya no esté de moda, y al leerlo nuestros biznietos preguntarán casi lo mismo. ¿Quién narices es Dan Brown?
Ejem. Será difícil buscar salida a esa pregunta. ¿Qué les podríamos decir? Yo y más de uno de los que me están leyendo (¡pobres!) nos hemos tragado libros de Brown y del sueco y los hemos disfrutado, pasando por alto las patéticas adivinanzas de parbulario de D.B. y los pamplinas tecnológicas del otro (del que, cachis, se me ha olvidado el nombre). Será un mal trago, pero habrá que reconocer que nos gustaron y tener preparadas las excusas de rigor.
Así que me adelanto (y dejo para otro momento analizar de verdad la cita, que tiene su miga). Porque esto va de best sellers. De tíos que lo petaron en su día y ahora sólo se acuerda de ellos la Chelito. Y yo. Y algún otro pobrinho.
No es cuestión generacional. Tranquis. Es verdad que el número empieza a dar miedo, pero no tengo edad para haber leído a la mayoría de los que vienen después, Wallace incluido, cuando eran lo más. Así que ni dedo enhiesto por los recuerdos de mi juventud ni todo tiempo pasado fue mejor, esto no va de eso. Pero la curiosidad malsana y el detalle de que a cualquiera se le debería caer el alma a los pies casi cada vez que echa un ojo a las novedades de cualquier librería de nuevo (desde las fnac-cosas a las culturetas con nombre de poeta, sobre todo por los precios -infectos- pero también por lo demás) me han hecho rebuscar más de la cuenta en el pasado inmundo. Y se encuentran cosas divertidas. Como mínimo, plantéatelos como alternativa a otro Dan Brown o Ken Follet, si los cielos han querido que ya hayas leído uno.
Al pensar este texto se me vinieron a la cabeza varios autores. Después de un rato, con el cerebro saturado, opté por la opción wiki. Es rápido. En español agua, como siempre, pero en inglés se han sacado una listilla de autores por número de ventas. Ésta es. Entro y lo primero que veo es a Shakespeare. ¡Qué morro! No es que el pobre no haya hecho méritos, es que me imagino los esfuerzos denodados de un montón de british para que guille saliera el primero y respirar aliviados. Nosotros hubiéramos hecho lo mismo por Cervantes (o no), con el mismo resultado de incredulidad ajena.
Pero dejemos el triste gesto atávico de poner a Shake de pararrayos (lo que, dicho de pasada, nos demuestra una vez más la cantidad de viejo que hay en lo nuevo) y vayamos a la lista. Son autores de ficción. Eso es para quitarse la biblia y a marx y esas cosas, aunque si me lo pienso, entonces el término ficción hay que redefinirlo un poco… Bueno, centrémonos: segunda tía Agatha, luego Barbara Cartland, Danielle Steel (la política de género por las nubes) y Harold Robbins. Enid Blyton está la 8 y J. K. Rowling la 11 y subiendo (se supone). Acaba de pasar a Toltoi. R.L Stine está el 16, luchando, supongo, por quedar el 13 y Nora Roberts la 18, justo delante de Pushkin. Esto parece la guerra fría. Jirō Akagawa está el 24, sacando pecho como primer japonés y con un chino justo delante, puesto probablemente ahí con el único afán de molestar (no que Jin Yong no se lo merezca, eh?). Edgar Wallace (¡hombre!) cae en el 26, negro, par y pasa. Mucho antes, Corin Tellado en el 13 da aire español a la cosa. Catalanes no encuentro, pero no es cosa de tocar los befos que los aires andan raros. Zane Grey viene detrás y Karl May aún más atrás, aunque a Adolf le fastidie (pero de cualquier manera es el primer alemán, ¿qué nuevos desmanes traería esta lista si hubieran ganado la guerra?). Frédéric Dard, Astrid Lindgren y Paulo Coello dan un toque de color local, hartos ya de tanto english. Al final de la lista aparece Herman Hesse (el daño que ha hecho Sidharta es incalculable ¡y los damnificados ni se enteran!), seguido de cerca por Rex Stout, Anne Golon y Frank G. Slaughter . Y ni un sólo italiano, ma cosa dici????
Resumiendo: ¿quiénes son todos estos pavos (y pavas)? No vamos a pasarnos, pero sí a incitar al aborrecimiento o a la lectura de algunos de ellos. O a lo segundo y luego lo primero, que es la forma de aborrecer menos clásica. Algunos los tenemos ahora en la librería, otros entran y salen (mis colegas tienen tendencia a ponerlos en la sección de saldos, pero yo me resisto): busca.
Y bueno, al tajo, que como introducción ya nos hemos pasado bastante. Para compensar solo hablaré de tres o cuatro fieras y el próximo día más.
Erle Stanley Gardner era el tipo que más libros había vendido en los usa cuando murió, en 1970, con más de 80 años (un matusa for the usa, decía una viñeta del forges de la que sólo me acuerdo yo). No es de extrañar, pues los había escrito casi todos: unas 200 novelas (dos o tres al año de perry mason durante treinta y pico años otras 40 de cool & lam y el fiscal de madison, etc. etc.) y tropecientas historias cortas. Para no asustar a la clientela usaba diferentes sobrenombres. A.A.Fair fue el más famoso, pero por aquí no sirvió de mucho, porque los malvados editores locales, que salvo por la selección de las portadas debían tener menos sentido poético que un dedo en la nariz, se dedicaban a avisar que era el de perry y se acabó el misterio. Una especie de Simenon yankee pero sin Andre Gide al rescate. Escribiendo hasta mientras comía alubias, la calidad se resiente en muchas de sus obras, o eso opinará el guapo que se las haya leído todas. Para saber escoger, se recomienda meterse en páginas de fans como ésta, que suelen recomendar (de modo encantadóramente ingenuo) entre 10 y 50 de sus mejores obras. Se sugiere tirar un dado a ver cuál sale, si no hay afán de pasote. Yo recomiendo El fiscal traza un círculo. Las novelas de ESG están bien escritas, bien estructuradas y se leen con agrado. Y para un tipo de hoy en día, saturado de paridas pseudocientíficas en plan CSI, esas investigaciones pre-microscopio donde todo se resuelve porque alguien mira por la ventana a las tres de la mañana y el único policía que no se carga pruebas (sin querer) en la escena del crimen es el bueno tienen un encanto sutil y naif. ¿Tienta? Mirad además que ediciones tan chulas:
Karl May era el escritor favorito de Hitler. Y de Einstein. Y de un par de líderes revolucionarios latinoamericanos que yo me sé. Todos lo recordaban de su infancia o juventud, pero todos declararon haber vuelto a él en diferentes etapas de su vida buscando inspiración. ¿Cómo se come eso? Pues la digestión se las trae, claro. En general la gente se queda con la primera frase, porque que te hagan una glosa a mitad del Mein Kampf marca lo suyo. Intenta nadar con esa piedra en los tobillos. Pero May era un humanista (si alguien sigue entendiendo el significado de esa palabra) y un pacifista convencido. Ni conoció ni imaginó a Hitler (ni a Einstein, claro). Leer alguna de sus novelas no puede hacerte mucho daño, a no ser por la acechanza del traductor. En eso, que yo sepa (le he leído y releído en la colección El lince astuto de Aguilar), no ha tenido mucha suerte. Es intuición, porque de deutch ni papa, pero parece evidente que el tipo que más libros ha vendido en Alemania no puede escribir tan mal. Pero todo se pasa si uno se abstrae de las palabras mal ordenadas (o busca traducción guay, quizá las bonitas ediciones que hizo Gustavo Gili en los años 20 la tengan). La estructura es sencilla y los diálogos alegóricos. Lee cualquiera de sus novelas del oeste y Winnetou permanecerá ya para siempre a tu lado.
Gérard de Villiers, muerto hace un par de años, es el creador de la serie SAS, que contiene unas doscientas novelas de espionaje en las que un príncipe austriaco necesitado de fondos (para reparar un castillo y no sanear las vistas) se enrola en la CIA. Lo de que es príncipe vale para el título de Su Alteza Serenísima (osea, SAS) y lo de la CIA para mandarle al quinto pino con propósitos dudosos. Suena patético pero se deja querer. La primera novela, SAS en Estambul, es la monda. Eso sí, échale primero un ojo a las portadas porque a lo mejor hieren tu sensibilidad (y si la hiere una, la hieren todas, no hay portadas diferentes en la serie). Corre el rumor de que los espías auténticos, a la par que el resto de personal de embajada, se leían rápidamente la novela local de SAS al llegar a una zona, porque solía informar de cosas realmente útiles que era difícil encontrar en otro sitio. Sí, suena a capítulo de Men in black con guionista anfetamínico, pero vete tu a decirles a esos tipos que no son serios.
Bueno, ya basta. Esto se ha convertido en algo parecido a una obra de George Bernard Shaw, con dos horas de prefacio y una obra de tres minutos después. Me falta Wallace, es verdad, y eso no se hace, pero esto ya se ha hecho muy largo, así que otro día seguiremos con más, ya sin prefacio, entrando directamente a matar. Mira de nuevo la lista. Hay historias curiosas ahí al fondo.