Harry Dickson entre las vísceras

27.06.15

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Toute la memoire du monde es un documental extravagante sobre la Biblioteca Nacional francesa que deberían ver todos los que vienen a por libros a la Casquería; se puede ver en la «biblioteca» YouTube o en DVD editado por Versus. Alain Resnais lo rodó en los años cincuenta como si fuera un policíaco de serie B y una película de ciencia ficción a la vez; pues bien, hay un momento fantástico en esta peliculita fantástica en el que vemos emerger de las tripas del sagrado edificio laico, insolentes al lado de la Piedra Rosetta, del Códice Calixtino y de la Carta Magna, un par de ejemplares de los tebeos del mago Mandrake y dos volúmenes gruesos de las novelas delgadas de Harry Dickson, el Sherlock Holmes Americano.

Durante años Resnais quiso adaptar para el cine las novelitas de esta serie única escrita por Jean Ray, de las que se había enamorado, como todo el grupo surrealista, en los años 30. Escribió un guión, viajó a Inglaterra varias veces a imaginarlo mientras localizaba, la pensó en 70 mm con Delphine Seyrig, Laurence Olivier, Gregory Peck y con pinturas de André Delvaux pero, lástima, muere de ambición y presupuesto el precioso proyecto. Solo nos quedarán de estas novelas «baratas» pensadas por Resnais en caro para el cine, un hermoso hoy descatalogadísimo titulado Repérages (Localizaciones), con un prólogo de Jorge Semprún. Son las fotos de las localizaciones para la película frustrada en la que este francés amante de la cultura popular, fotografía con la Leica que le regalara Agnès Varda un Londres de los 50 en clave futurista, vacío como el lugar del crimen, esquinado y siniestro. Ya en 2007 también nos quedará otro libro, editado por Capricci: el guión que Resnais escribió en la playa, ¡con un biógrafo de Heidegger! con quien un día coincidió de veraneo y descubrió su común pasión por este detective de lo oculto.
¿Qué tenían estas novelas populares de Jean Ray para enamorar por igual a Orson Welles, a los surrealistas, a Jacques Brel, a Vázquez Montalbán, a Fernando Savater o a Alain Resnais? Léanlas y lo sabrán, se tarda menos en leerlas de lo que el genial belga tardó en escribirlas.

La historia es de sobra conocida. Cuando aún no era Jean Ray el famoso escritor en que llegaría a convertirse, trabaja como traductor en Bélgica para una editorial y le toca hacerlo con una laaaaaaaaaarga serie alemana de un folletón sobre el llamado Sherlock Holmes Americano (americano para no pagar derechos). Cuando lleva traducidas Ray un buen puñado de novelas se dice, entre copa y copa, que son tan malas las novelas que sería mejor ofrecerse por el mismo precio a escribirlas de nuevo. El editor, como buen belga acostumbrado al absurdo, acepta con la condición de que debe respetar el «reescritor» los títulos y las portadas, porque ya han pagado por ellos. Entonces, inspirado por el alcohol del que era un gran aficionado, y por la mala literatura (como le pasó a Lampedusa con El gatopardo y a Raymond Chandler con los Pulp), inspirado por el «argumento» de las anacrónicas portadas decimonónicas, Jean Ray reescribe la serie pero llevándola a su contemporánea Inglaterra de mansiones  y pantanos, niebla de fondo y vampiros y gorgonas. El resultado es una saga de culto alucinante y divertidísima, cargada de popular poesía y humor siniestro y que, aunque escrita en los años 30, hoy parece un contemporáneo pastiche postmoderno, irónico y tierno, naif pero no infantil.

En mi primera película de largometraje, que rodé en Francia con Lola Dueñas Lo que sé de Lola (Ce que je sais de Lola, 2006), escogimos para rellenar el hueco creado por la ausencia de un personaje en el decorado un sofá de orejas vacío y, al lado, una estantería muda con las novelas completas de Harry Dickson en catorce volúmenes editadas en Bélgica por Marabout. Sobre estas ediciones Júcar editó en España, en los años 70, la serie completa con unas portadas preciosas, con chicas y monstruos muy bien escogidos y pegados, en espléndido collage y repintado fotográfico «andergraun» entre el pop y el porno, entre la Barbarella de Roger Vadin y el Lib de nuestras primeras pajas.

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Estas son las portadas con la novela detrás que ahora felizmente pueden encontrar al peso en La Casquería, al lado de las mollejas, los entresijos y el corazón en lógica y sangrienta belleza alimenticia… traducidas maravillosamente por nada más y nada menos que Caballero Bonald, Mariano Antolín Rato, Eva Forest, Alfonso Sastre bajo seudónimo o Fermín Cabal. Quién no las conozca vayan corriendo al mercado a por ellas, que se está muy fresquito ya me llevé las que me faltaban y alguna repetida, y además pesan tan poco… y quien ya las conozca vuelva a ellas este verano ardiente y refrésquense: La banda de la araña, El canto del vampiro, El secreto  de la mujer lunática, El camino de los dioses

Javier Rebollo (¡Gracias, Javier!)