Cómo funciona

[cómo funciona]

El sistema es sencillo, porque funciona igual que el resto de productos del mercado  del mismo modo que las fruterías, carnicerías o pescaderías: tu eliges lo que quieres, cuyo precio está marcado en kilos, nosotros lo pesamos, y eso es lo que pagas.

Nos abastecemos de donaciones: los libros que ya no quieres, que ya no puedes acumular, o que simplemente decides poner a disposición de otras personas, puedes traerlos aquí o contactarnos para recogerlos.

No compramos libros.

Aceptamos todos los géneros (narrativa, ensayo, teatro, poesía..) y a lo único que no podemos darle cabida es a enciclopedias y libros de texto.

Nos gusta darle una oportunidad de reutilización (de relectura) a todos los libros, pero atendemos otras formas de reutilizarlos cuando ya no quieren ser leídos: también vendemos libros en la página de Todocolección y abastecemos atrezzos y proyectos de decoración.

[Por qué un mercado de abastos, por qué libros, por qué la cultura]

Asistimos a una encrucijada: la obsolescencia de los mercados tradicionales, su reconversión estratégica en espacios privados de ocio, la crisis de la economía y del modelo de consumo al tiempo que la emergencia de redes de economía social, cooperativismo, apoyo mutuo y consumo responsable. ¿Cómo pensamos la recuperación de un mercado de abastos desde nuevas otras lógicas de producción y consumo, desde las redes en el territorio, desde el decrecimiento? Eso es lo que pretendemos descubrir.
Y ¿qué tienen que ver los libros de segunda mano en todo esto? La producción, pero también el consumo y la cultura en general, ha estado —y está— marcada por el imperativo de la industria: lo que tenemos que leer, las películas que tenemos que ver, lo que tenemos (y podemos) consumir y a la inversa, lo que queda fuera, lo desechable, lo obsoleto. Consumo rápido, obsolescencia programada.
Pero las prácticas sociales indican otra cosa: hay riqueza y cultura en el mundo a espuertas, así que se trata de ponerla a circular. Recuperar el valor de las cosas que el capitalismo descarta, porque no puede parar de producir: las viejas películas y los viejos libros, por ejemplo. Aprender a dar valor a lo desvalorizado, abrir nuevos campos para el deseo, no conducidos por el imperio de lo nuevo, de lo último, sino por el valor de su uso (que no se agota más que cuando el tiempo vence al papel) y su acumulación de afectos y experiencias.
Porque un libro manoseado es un libro que contiene más historias de las que cuenta.